jueves, 29 de noviembre de 2012

Y la pintura se hizo poesía


Otra vez la vida, cuando menos lo esperaba, me hizo uno de sus valiosos regalos. Hace unos días se presentó en Alicante la Revista AUCA de las letras, que en su número 26 lleva un monográfico dedicado a mi obra pictórica y donde se presentan varios poemas inspirados en algunas de mis pinturas.

No deja de sorprenderme la interpretación que cada persona hace, hacemos, sobre las cosas, en este caso sobre mis obras. Cuando pinto trato de plasmas mis ideas, anhelos, emociones o inquietudes y es interesantísimo ver como otros descubren en mis cuadros cosas nuevas que, estando en ellos, yo ni siquiera sospechaba.

Este es el caso de los poemas que el otro día se presentaron y que junto a la obra en que tuvieron su origen aparecen a continuación:


                
             En sus manos, óleo/lienzo. 81 x 60 cms. (2011)



Manos

Nadie sabe qué busca, qué reclama
este vuelo de manos en su anhelo.
Nadie sabe a qué va y hacia qué cielo
se levanta, se yergue, se encarama.

Tal vez busca otras manos y las llama
pero nada se sabe del desvelo
del rostro que las mira. ¿Son un vuelo,
son música de oculto pentagrama?

Son manos o palomas suspendidas
entre un cielo o un mar sobrecogido,
que en su óleo nos da Martín Alía.

Vuelo, alzamiento, sueño de la vida
gozo, y afán y amor estremecido
definición y plenitud del día.


II

Manos que buscan nubes por el cielo,
vienen de un mar tal vez recién pintado.
Manos que surgen, manos que han alzado
hacia arriba, a lo alto, su ancho vuelo.

Manos de libertad, manos de anhelo
inquietud o quietud a que han llegado
¿qué nos cuentan o dicen, qué recado
o saludo transmiten hasta el suelo?

¿Qué nos quieren decir, a qué aventura
nos llevan, nos regresan, estas manos,
estas abiertas manos prodigiosas?

Tanto gozo transmite la pintura
que somos deslumbrantemente humanos
y capaces de amar todas las cosas.

Francisco Alonso Ruiz Pérez







        El tiempo detenido, óleo/lienzo. 65 x 54 cms. (1991)



Humanizados mares que las piedras limitan
  
Se pierde la mirada en el azul purísimo
aunque en su centro brota un gris casi incipiente.
A lo lejos se rompe el telón que los cierra,
y un horizonte pétreo lo encuadra y lo limita.

Un faro que corona el promontorio
manifiesta y proclama humana previsión
en escarpada y tan hiniesta roca.

Inscrito está en el marco donde Martín
muestra la conocida imagen,
desde la que se extiende un gran mantel,
donde reposan útiles e instrumentos
que a industrias y labores ilustran y acompañan,
así naturaleza únese al artificio
y entonces es Martín quien logra en su pintura
dibujar el milagro que siempre nos define,
la amalgama que nace cuando el hombre dibuja su existir en el orbe.

Miremos el azul, mirémonos en él,
en el mar y en su entorno,
descubramos así lo que somos y amamos,
entre cartas y sobres,
entre faros y piedras
y tal como Martín nos lo presenta
contemplemos el tiempo
en que, juntas, nos forjan la sociedad y la naturaleza.

Manuel Parra Pozuelo


          El tiempo detenido en un mar que Martín humaniza y recrea







                                           Otoño, mixta/tabla. 92 x 73 cms. (1986)


Otoño

Ha llegado el otoño.
Ha anunciado su venida
la sinfonía del viento,
las nubes navegando en un cielo apagado,
el silencio de los pájaros…

Mas tú, muchacha desconocida,
te has percatado de su presencia
en el momento de salir hacia la fiesta
para la que te has acicalado.
Sin atreverte a cruzar la puerta,
miras con gesto serio la danza de las hojas,
y dejas caer desmayadamente los brazos
renunciando a tu escapada.

Yo me atrevo a pedirte:
Aprovecha tu tiempo.
Disfruta de la fiesta antes de que comience la lluvia.
No temas al otoño que es periodo –algún día lo comprobarás-
de maduración, de plenitud, de cosecha,
y la estación que sin duda viste a la naturaleza
con los más hermosos y dorados ramos,
cómo nos demuestra la paleta de Martín Alía.

Mª Rosario Mohinelo








                       Pórtico y perfil VII. Téc. Mixta/Cartón. 64 x 50 cms. (2005)


Tras el balcón del mar

Tras el balcón del mar blanquiazulado
una joven doncella se detiene
y despliega los ojos que mantiene
con la triste mirada en el pasado.

Ignora que su cuerpo ha naufragado
y el arco de la gloria la retiene
mas su alma danzando se entretiene
en busca de su ser enamorado.

Tras el balcón del mar y bajo el arco
ha perdido su cuerpo una doncella
y mira entristecida a otra parte.

Su alma prisionera en este marco
eternamente joven y tan bella
pintada en lienzo ha sido, con mucho arte.

Lucía Espín








           El pasado, Panel izquierdo del tríptico “Tiempo y psiquiatría. Oleo/lienzo. 162 x 116 cms. (2000)



Entre la piedra

Ahora
aún en este instante
en la hora ácima que aguarda
soy de piedra
y mi columna
pétrea lanza de cal
agua cautiva
se yergue sumergida
en la rígida
textura de los huesos.

Ahora
en este instante
me acecha la espesura
el bocado que hiere
la mano que vacila
la voz acorralada
en la fría dentadura.

Soy en la piedra
porque un día odié mis alas
aborrecí al viento
y descendí hecha cuchillo
para morder la tierra
y levantarme
saborear la huella
lamer esa muralla
que rodea mi pecho
y escalarme.
Acariciar los surcos de los otros
y devorarme entera
grito a grito
piedra a piedra.

Julia Díaz Climent




 El acto tuvo como colofón la presentación de este, para mí, precioso y emotivo vídeo:




Por todo ello, desde aquí, gracias por las palabras, los poemas y la música. GRACIAS







jueves, 22 de noviembre de 2012

La maldición del artista



De siempre hay creadores a los que parece perseguir una maldición. Sus obras suelen ser  comprometidas, estremecedoras, crudas, geniales y, casi siempre, incomprendidas. Y a veces, demasiadas podría decirse, el artista que las crea también. Porque si la obra es auténtica, será un reflejo y una parte inseparable de su vida, de sí mismo.

De ahí el tremendo drama que la incomprensión hacia la obra y el desprecio a su creador conllevan. Cuando el enorme esfuerzo mental y físico que supone el acto creativo no es ni siquiera mínimamente reconocido, ocasiona una frustración tal, que el espíritu sensible del artista no puede soportar, y abandona. Dejando por voluntad propia de crear unas veces, y otras, trágicamente, de vivir.

Vincen van Gogh, Amadeo Modigliani, Gabriel Celaya, Jackson Pollock, Juan Belmonte y muchos más… Demasiados. Cuando sintieron que su obra o su vida no tenían sentido se fueron, nos dejaron. Afortunadamente quedaron sus obras maravillosas, pero nosotros, tras su marcha, somos más huérfanos.

Quiero desde este espacio rendir un sentido homenaje a la poetisa argentina Alfonsina Storni que se suicido en 1938 en Mar del Plata saltando a la mar desde una escollera, y cuyo dramático final inspiró una zamba compuesta por los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna, publicada por primera vez en el disco de Mercedes Sosa:Mujeres argentinas” en 1969. Aunque, según rumores, la canción está inspirada en una supuesta carta de suicidio y cuenta que nos dejó tras internarse lentamente en el mar, para no volver, para siempre.

El tema ha sido interpretado por numerosos artistas pero, para mí, la voz incomparable y rota de Mercedes Sosa representa el mayor homenaje, no solo a Alfonsina, si no a todos y cada uno de los artistas abandonados a su trágica suerte.

Dejo aquí, como sentido homenaje, su imagen, sus palabras y la música tierna, dulce y desgarradora en ella inspirada.




Entre los diversos vídeos editados donde Mercedes Sosa interpreta esta canción, he seleccionado este correspondiente a uno de sus últimos conciertos donde vemos que a pesar de las huellas que el tiempo, el exilio y su constante lucha contra la intolerancia han dejado en ella, su voz permanece inalterable.










lunes, 12 de noviembre de 2012

Navegar, navegar, y navegar


Cuando pienso en navegar cambia mi humor, cuando llego al puerto cambia mi cara, al subir al barco cambia mi pensamiento y, cuando el velero sale por la bocana a mar abierto cambia mi vida.

Sé que puede parecer exagerado, que no valoro a las personas que están a mi  lado, que por supuesto son para mí tremendamente valiosas, fundamentales,  pero navegar es otro mundo. Es diferente.

Embarcarme, preparar velas, cabos y aparejos, largar amarras y partir a navegar es cada vez más importante.

Sentir como el agua se desliza bajo el casco, como la proa corta las olas, izar las velas y oírlas restallar al viento, trimarlas y ver como, unidas al timón hacen que el barco tome el mejor rumbo y cabalgue majestuoso sobre las olas hacia el horizonte infinito es algo que me hacer sentir en paz con la vida.




Da igual el tiempo que haga. Frío, sol, lluvia, viento, calma. Apacible, complejo, agradable, duro, tremendo. Cuando sale el sol y la temperatura sube, uno lo disfruta. Si desaparece el viento y las velas cuelgan flácidas del mástil, cae un sol de justicia y te achicharras de calor, lo sufres. Si el viento arrecia, hace frío, llueve, la mar se encrespa y las olas barren la cubierta empapando el barco y a quienes van en él, te aguantas. Y cuando la temperatura es ideal, el viento adecuado, las olas moderadas y el tiempo no puede ser mejor entonces sientes que estás en el paraiso.




Cuando la costa desaparece, las referencias se diluyen y hasta alcanzar el horizonte todo lo que te rodea es un mundo de agua inacabable, la esencia de la mar aparece en toda su plenitud y la persona que allí se encuentra toma conciencia de su absoluta pequeñez ante una naturaleza tan grandiosa.




Y entonces los valores cambian totalmente. Las cosas necesarias realmente son muy pocas, el velero sobre el que navegas se convierte en una máquina maravillosa y la amistad y el compañerismo alcanzan cotas inimaginables.




Todas las imágenes que ilustran esta entrada se han tomado desde el Peggy IV, un airoso y robusto Centurión 61 con base en el Club de Regatas de Alicante que aparece sobre estas líneas, donde navego desde hace ya más de 10 años.




lunes, 5 de noviembre de 2012

Manos pintadas


Como decía en una entrada anterior titulada “Manos dibujadas”, al terminar esos dibujos o  apuntes en los que siempre aparecen dos manos, empecé a pensar, a sentir, que alguno de ellos podrían ser el esbozo de una obra de mayor calado: una pintura o un grabado.

Para mí el reto era importante, pues siempre me ha costado poco empezar a dibujar pero mucho más, tomar los pinceles y conseguir con pintura, concretamente al óleo, una obra tan suelta y espontánea como un apunte con lápiz o acuarela.

Finalmente dejé de darle vueltas y me puse manos a la obra. El proceso fue desde un principio bastante complejo ya que en este caso  no quería entrar en una obra muy elaborada. Pretendía hacer algo más fresco y espontáneo, menos definido, menos acabado que la mayoría de mis pinturas.

Enseguida, el proceso resultó ser apasionante. A base de trazos y manchas a pincel, sin definir  demasiado y empastando básicamente las zonas de luz la obra queda resuelta en sus formas y volúmenes, sobre un fondo que, como soporte de la composición, tiene cada vez mayor protagonismo.




 “Buscando su mano”.  38 x 46 cm. Oleo/lienzo.2007.





“Desvelándose”38 x 46 cm. Óleo / Lienzo. 2007. 






“Reposo”. 38 x 46 cm. Óleo / Lienzo. 2012. 


Desde entonces, en la mayoría de mis exposiciones, algunas de estas pinturas ocupan un espacio muy destacado.