sábado, 20 de julio de 2013

Carpeta de dibujos

La semana pasada, buscaba unos papeles de dibujo que compré hace tiempo en Lisboa y que ahora necesitaba para la serie de acuarelas venecianas que estoy realizando, hice un descubrimiento sorprendente.

Hace ahora quince años estuve dibujando varios meses para el suplemento cultural de un periódico de vida efímera, donde realizaba la portada de dicho suplemento, generalmente basada en algún hecho cultural o artista relevante, y varias ilustraciones para la crítica de libros y cine, más el relato o cuento breve de algún autor novel de la contraportada.

Fue un reto tremendo para un pintor tan reflexivo como yo, que elabora tanto sus obras y me llevó a la obligada inmediatez de los apuntes y los bocetos. Eso, aunque a veces era muy estresante, también fue muy fresco y creativo. Realizar cuatro dibujos, aguadas o acuarelas semanales de temática muy diferente y de la cual, a veces, me enteraba al día anterior. Como decía, mi colaboración solo duró varios meses pero, aun así, realicé más de 100 dibujos.

Pues bien, revolviendo entre estantes y cartones buscando esos papeles, tropecé con una carpeta vieja y ajada, llena de polvo, que, para mi sorpresa, contenía gran parte de aquellos dibujos. Lo poco que me pagaban era por su publicación pero, afortunadamente, la propiedad seguía siendo mía y allí estaban. Había más de ochenta. Hacía tiempo que no pensaba en ellos, sabía que los tenía, pero estaban olvidados.

Fue como el reencuentro con una pintura que no veía hace años, muchos años… Sorprendente ¡Emocionante!

A pesar del tiempo transcurrido creo que muchos de ellos tienen una calidad bastante raceptable y quiero compartirlos en este espacio. La mayoría son dibujos a tinta, algunos con lápiz sepia y varios con técnicas mixtas.

He seleccionado inicialmente algunos de los retratos de escritores, músicos, pintores y artistas, varios de ellos alicantinos, que dibujé, en los cuales sus partituras, firmas o la temática de sus creaciones ocupan una parte importante de cada obra.

Aquí están, seis de ellos, después de quince años:




Martín Alía: Gabriel Miró. Tinta/cartón. 1997.







Martín Alía: Eusebio Sempere. Tinta/cartón. 1997.







Martín Alía: Oscar Esplá. Lápiz/cartón. 1998.







Martín Alía: Franz Schubert. Técnica mixta/cartón. 1997.







Martín Alía: Federico García Lorca. Tinta/cartón. 1998.







Martín Alía: Miguel Hernández. Tinta/cartón. 1998






sábado, 6 de julio de 2013

Calma

A veces el viento, simplemente, se va, se marcha, se aleja. Desaparece.

Las velas flamean, se deshinchan, se vacían, cuelgan flácidas, inermes, sin vida. Muertas.

A pesar de tener el máximo de velamen desplegado el barco se detiene, se para, parece desarbolado, triste, abatido, abandonado. Solo.

El día puede parecer magnífico, sol radiante, cielo limpio, sin nubes, hermoso.

Pero a bordo, en cubierta, se instala el desánimo, la rabia, y a veces, incluso, la desesperación. ¿Qué hacemos? ¿Qué podemos hacer? Y pruebas, lo intentas. Cambias velas. Con más, con menos. Pones, quitas. ¿Sin velas?, ¡que locura! ¿Con todas?, ¡imposible!  Repites, vuelves a cambiar. Cabos y más cabos. Cazas, largas. Drizas, escotas, contras. Nada.

Nada.


¡NADA!




Martín Alía: Mar en calma. Oleo/tela. 130 x 97 cm. 2012


Y entonces, cuando después mucho, mucho tiempo, percibes un ligero cambio de color en la superficie de la mar, aunque sea lejos, tras dolerte los ojos de tanto mirar, y sientes en la cara un breve soplo de viento, antes de que esa ligerísima brisa llegue al barco y las velas la recojan, entonces, solo entonces, el ánimo se recupera y, atento, callado, sin ruido, como para no asustar al viento, tomas los cabos con sumo cuidado, con mimo, y ves que las velas empiezan a recoger ese pequeño halo de brisa, a hincharse, y ligeramente el barco bandea, se balancea, empieza a moverse de manera casi imperceptible, pero sí, lo hace, avanza, incluso para asegurarse de que realmente está sucediendo, alguien grita:

-¡Eh!, ¡los de popa! ¡Mirar la estela a ver si nos movemos!

Y sí, en popa ya hemos mirado y visto surgir pequeñas burbujas, una ligera espuma y tras el barco empieza a formarse un camino azul, ligeramente más oscuro, bordeado de pequeñas ondas que nos anima a contestar, ya sin temor:

-¡Si, nos movemos! ¡Navegamos!

Pocos metros después, burbujas y ondas, transformadas ya en olas y espuma forman una estela ancha, agitada, turbulenta, preciosa.

En ese momento sueltas el aire retenido en los pulmones y resoplas. ¡Por fin volvemos a navegar! A sentir el viento en la cara, el movimiento del barco que escora y cabalga airoso sobre las olas, tajando la mar, levantando espuma, fuerte, poderoso.

Y entonces recuerdo esa frase que dice:

“Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”

Aunque a veces, aguantar en medio de la calma, es tan desesperante como difícil hacerlo en medio de la tormenta.

Y no solo cuando estás navegando.